Jueves de Cine en Casa Buñuel: Alejandro Pelayo entrevista a Diana Bracho

El pasado jueves 18 de junio de 2020, se realizó una sesión más del ciclo de conversaciones sobre cine mexicano Jueves de Cine en Casa Buñuel, con Diana Bracho acompañada por Alejandro Pelayo, que se transmitió en vivo por el canal de Cultura en directo.UNAM en  la plataforma de Youtube.

Este ciclo es parte de la campaña #CulturaUNAMenCasa y es una colaboración entre  la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, la Filmoteca de la UNAM y la Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro.

El encargado de dirigir esta plática fue el cineasta, productor y académico mexicano Alejandro Pelayo, quien a lo largo de su paso por el mundo cinematográfico ha sido profesor en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), el  Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y la Universidad de California en Los Ángeles y ha realizado cuatro largometrajes: La víspera (1982), Días difíciles (1982), Morir en el Golfo (1989) y Miroslava (1992). Actualmente es director de la Cineteca Nacional y .

Esta conversación rememoró las experiencias laborales y de vida que la actriz Diana Bracho ha cosechado en su paso por la industria audiovisual mexicana, en la que debutó en el cine como actriz infantil en la película de su padre, San Felipe de Jesús (1949). Uno de sus primero papeles importantes fue en la película El castillo de la pureza (1972) de Arturo Ripstein, y en el teatro en la obra Israfel, dirigida por Héctor Azar. En su paso por el teatro, interpretó a las dos hermanas Blanche y Stella, en Un tranvía llamado deseo (1951) de Tennessee Williams. En la televisión ha protagonizado diversas series y telenovelas, como Los miserables (1973) y Mi primer amor (1973); algunos de sus personajes más recordados son el de Leonora Navarro en la telenovela Cuna de lobos (1986), bajo la producción de Carlos Téllez; y el de Evangelina Vizcaíno en Cadenas de amargura (1991), producida por Carlos Sotomayor.

Su trayectoria abarca más de 50 películas, 38 producciones para la televisión, 11 obras de teatro, documentales y programas especiales, además de diversas coproducciones con Alemania, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Ha estado nominada en cinco ocasiones al Premio Ariel, ganando en 1973 el de  Mejor Coactuación Femenina por El castillo de la pureza (1972), y en 1980 en la misma categoría por El infierno de todos tan temido (1981). En el 2002 fue nombrada presidenta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, puesto que ocupó hasta el 2006.

La conversación inició con un tema obligado dentro de las pláticas cinematográficas. Al ser hija del director Julio Bracho y haber convivido desde pequeña con personajes influyentes de la cultura contemporánea mexicana como Octavio Paz, Ramón Novarro y su tía Andrea Palma, Alejandro Pelayo le pidió a Diana Bracho rememorar estas vivencias, y la actriz comentó que su temprana conexión con el arte se volvió un parteaguas dentro de su carrera profesional debido a todos los estilos artísticos a los que estaba expuesta constantemente. También afirmó lo difícil que fue vivir en Inglaterra mientras su padre era reprimido por el gobierno mexicano después de filmar La sombra del caudillo (1960).

Diana Bracho mencionó que su inicio en la actuación se dio por curiosidad, tomando clases con el maestro José Luis Ibáñez, quien la recomendó con Arturo Ripstein para audicionar para un papel en uno de sus trabajos más importantes, El castillo de la pureza (1972) , decisión que marcaría un punto importante dentro de su carrera actoral.  En este rodaje tuvo la fortuna de trabajar con grandes figuras del cine mexicano de la década de los sesentas y setentas como Alex Phillips, Arturo Beristáin, Rita Macedo, y con el guion de José Emilio Pacheco. La reconocida actriz rescató que la dirección de Ripstein le permitió llevar una relación propositiva entre actor y director; también resaltó que el trabajo técnico dentro de este rodaje fue impresionante, desde la escenografía, hasta los efectos de ambientación.

Continuando con su carrera actoral se hizo mención de su colaboración en la película El cumpleaños del perro (1974), dirigida y escrita por Jaime Humberto Hermosillo, en la que tendría la oportunidad de trabajar con Jorge Martínez de Hoyos, Héctor Bonilla, Lina Montes y Alex Phillips Jr. Diana Bracho  comentó que una de las características que diferenciaban a Hermosillo de otros directores era el acercamiento que tenía con los actores a la hora de crear personajes y la dedicación para el cuidado de detalles al momento de filmar; comentó que el cine de Hermosillo era diferente “más que realista, naturalista en realidad”. 

Después de estas colaboraciones, vendría uno de los papeles más interesantes de su carrera. Su aparición en Las Poquianchis (1976) de Felipe Cazals representaría un reto para la actriz ya que tuvo que trabajar de manera diferente el personaje de Adelina. Comentó que lo que más sobresalía de este proyecto era la calidad autoral con la que contaba el guion y la manera en que reflejaba a la sexoservidoras, alejado de todo el cine mexicano de ese entonces, “es un comentario social muy importante, no es un comentario moralista”.

En ese mismo año grabaría Actas de Marusia (1976), dirigida por Miguel Littín y en la que tendría el gusto de conocer al actor italiano Gian Maria Volonté, del que recuerda sus consejos durante el rodaje y su disciplina actoral, la cual resultaría muy enriquecedora para la carrera de Diana Bracho. Dentro de este proyecto participaron actores de la talla de Patricia Reyes Spíndola, Salvador Sánchez, Ernesto Gómez Cruz, Arturo Beristáin y Eduardo López Rojas.

Como actriz, Diana Bracho también ha colaborado para  la televisión y el teatro, y comentó que esta experiencia le ayudó a ser más versátil a la hora de actuar, debido a que el tipo de actuación varía según el medio en que se exhibe (cine, teatro y televisión). Uno de sus participaciones en teatro más representativas de su carrera fue cuando interpretó a las dos hermanas, Blanche y Stella, en Un tranvía llamado deseo (1951) de Tennessee Williams.

Para Bracho, su paso por el teatro y la televisión la incitaron a modificar su forma de crear personajes: “Yo pienso que un actor debe permitir su fragilidad… la fragilidad en la actuación es básica para darle color a los personajes”. En cuanto a la televisión, comenta que fue un medio estigmatizado por los actores de su época, llegando a excluir del cine a aquellos actores que migraban a ese medio, pero para ella representaba un nuevo aprendizaje dentro de su carrera actoral; “el problema no es con la televisión, el problema es que la televisión sea mala”.

Para cerrar la plática se le cuestionó a la actriz sobre su visión acerca del futuro de la cultura en México. Diana Bracho comentó que el futuro cultural dentro del país es muy incierto debido a los recortes en el presupuesto cultural. Nos hizo reflexionar con la pregunta “¿Cómo vamos a producir si no hay lugares donde desarrollar los proyectos?”, y agregó que el cine en específico está pasando por un momento difícil en todos los aspectos e independientemente de eso la creatividad del  personal mexicana se sobrepone a las crisis.

Esta plática nos mostró de una manera más amena y entrañable la extensa carrera de uno de los pilares del cine mexicano. Diana Bracho ha cautivado a propios y extraños con su actuación, en la que es fácil vislumbrar la presencia del cine como parte de su vida, la cual ha repartido claramente en cada uno de sus personajes.