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La mancha de sangre, un mito encontrado

Septiembre - Octubre 2012

El cine, como otras cosas de la vida, está hecho de memoria y de olvido. De memoria, en las imágenes a las que el espectador regresa múltiples veces, en el recuerdo cariñoso o a veces temeroso de las escenas, en el material que fija por un tiempo relativamente prolongado las imágenes del mundo. De olvido, en esa lucha constante que es conservar el material fílmico, rescatarlo de las impertinencias de la temperatura y el clima, de la constante variación de las tecnologías y los formatos, pero principalmente del olvido en alguna bodega de un estudio, en algún rincón omitido de una casa, en algún espacio postergado de nuestra memoria, siempre finita, en algún escondite, corte, omisión ejecutada por la mano de un censor.

La Filmoteca de la UNAM se ha volcado, durante más de cincuenta años, a esta lucha de la memoria contra el olvido y ha rescatado para la memoria de los mexicanos y los latinoamericanos en general, un conjunto de producciones cinematográficas antes ubicadas en un listado de Las películas más buscadas.

La mancha de sangre, dirigida por el pintor mexicano Adolfo Best Maugard (1891-1964), fue filmada en 1937, pero sólo estrenada seis años después por motivos de censura. Para Best Maugard, amigo de grandes artistas e intelectuales de la época como Diego Rivera, Frida Kalho, David Alfaro Siqueiros, Clemente Orozco, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Rufino Tamayo, Dolores del Río, entre otros, ésta fue su segunda y última producción cinematográfica, después de la filmación, en 1933, del cortometraje Humanidad que recibió, en palabras de Francisco Ohem, Subdirector de Preservación y Acervos de la Filmoteca, una crítica muy favorable de Diego Rivera.

El guión de la película resulta de la colaboración entre Best Maugard y el actor, productor, guionista y director de cine mexicano Miguel Ruiz Moncada, quien inicialmente trabajó como fotógrafo y corresponsal gráfico para diversos periódicos como El Heraldo, Excélsior o El Imparcial e incluso filmó algunos enfrentamientos armados de los principios de la Revolución Mexicana. Ruiz Moncada además recibió, de parte del periódico El cine gráfico, la Medalla de Oro por el mejor argumento escrito, correspondiente a la película El prisionero 13 (1933), de Fernando de Fuentes y ya había trabajado con el propio Best Maugard en el guión de Humanidad.

La historia de La mancha de sangre muestra un espacio prostibulario en la Ciudad de México, donde Camelia (interpretada por la actriz Stella Inda, muy recordada en la historia del cine mexicano por su participación en Los olvidados, de Luis Buñuel), es una prostituta que conoce y se enamora de Guillermo (José Casal), un joven provinciano recién llegado a la ciudad en la búsqueda de un futuro mejor. Este romance no resulta del agrado de Gastón (Heriberto G. Batemberg), proxeneta de Camelia, quien escarmienta y aleja a Guillermo. Sin embargo, el joven reaparece tiempo después convertido en uno de los integrantes de una banda de asaltantes a punto de dar uno de sus siguientes golpes.

La película permaneció desaparecida de la escena fílmica mexicana por más de cincuenta años, debido a que el entonces Jefe del Departamento de Cine, Felipe Gregorio Castillo, había prohibido su exhibición en 1942 argumentando que no cumplía con lo establecido en el Reglamento de Supervisión Cinematográfica que se encontraba en vigor.

Francisco Ohem nos cuenta sobre la particularidad e impacto, y por tanto censura, de La mancha de sangre:

La manera en que presentaba ese mundo de prostitutas contentas, bailadoras y cantadoras, chocó tanto que la película fue retirada a los días de haberse estrenado por considerarse que atentaba contra la moral y las buenas costumbres. Y te estoy hablando de un período histórico en el que teníamos un gobierno progresista, de izquierda, en el que el general Lázaro Cárdenas buscaba que se instaurara la educación socialista. Todo eso no alcanzó a vencer las grandes telarañas morales y finalmente la película desapareció, pasó a ser una especie de mito.

El estreno de La mancha de sangre se produjo en 1943, en una versión fuertemente mutilada. Señalada como película pornográfica, se exhibió apenas por cuatro semanas en un cine de segunda, que anteriormente había sido un teatro de revista, el Cine Politeama. Posteriormente desapareció y pasó a formar parte del listado de películas perdidas, con apenas unas cuatro menciones desde 1943 hasta 1993.

Una de ellas sería el artículo “Moral sexual y moraleja en el cine mexicano”, que en 1961 Salvador Elizondo publicara en el número 1 de la revista Nuevo Cine. En ese trabajo, Elizondo rememora la búsqueda e imaginación de La mancha de sangre, como una leyenda viviente en las cabeza de los estudiantes del Colegio de México. El escritor mexicano concluye: “La mancha de sangre se ha borrado por completo”. Por su parte, Emilio García Riera, en el tomo 1 de su Historia Documental del Cine Mexicano (1992), registra otras dos referencias a la cinta. La primera, del escritor y editor René Capistrán Garza en la revista Cine (1938), donde Capistrán celebra la actuación de Stella y de Heriberto G. Batemberg, así como la recreación del mundo del delito que lleva a cabo el filme. La segunda, del crítico y cineasta estadounidense Adolfas Mekas, quien vio la película en México en 1959 y registró ese evento, con una crítica no muy favorable a la misma, en la revista Film Culture.

En 1993, la Filmoteca de la UNAM recibió un depósito de material de nitrato de celulosa de parte de los Estudios Churubusco, dentro de la lista de los títulos recibidos había uno con el nombre de “Mancha”. A la mente de Francisco Gaytán, Subdirector de Rescate y Restauración, vino de inmediato la posibilidad de encontrarse con el mito: La mancha de sangre, y así fue.

Los cinéfilos y estudiosos de La mancha de sangre destacan la habilidad de Best Maugard, quizás proveniente de sus conocimientos de las artes visuales, para recrear la vida de cabaret con su barra de madera, sus pistas de baile y un escenario para los músicos, a pesar de que no toda la historia fuera filmada en los espacios reales, sino en los Estudios Azteca. En la memoria de varios, es recurrente la imagen de la orgía que Gastón, el proxeneta de Camelia, organizara para sus amigos: una escena que transcurre entre el humo de cigarro, el ir y venir de las muchachas en prendas íntimas y un cuerpo femenino, sobre un fondo blanco, bailando apenas cubierto por unas gasas transparentes.

Sin embargo, la película no se recuperó íntegramente, pues faltaba el rollo 6 de sonido, y el 9 y último, de imagen. De todas maneras, la Filmoteca de la UNAM ha logrado tener una copia lo más completa posible. Con el apoyo de una trabajadora de la institución, quien tiene una gran habilidad en la lectura de labios, se pudieron detectar los diálogos del rollo 6 e incluirse los correspondientes subtítulos. En cuanto al rollo final, pareciera que La mancha de sangre se resiste a deshacerse de su halo de mito. Nos dice el propio Ohem: “llegamos a un desenlace sobre negro, con un par de personas, una pistola, un par de balazos y la voz de Camelia que dice: ‘por fin seremos felices’”.

Por Karla Calviño Carbajal